“La actitud marca la diferencia”
Son las 3 de la mañana y nos encontramos en el parking de Pineta, nuestro objetivo, escalar la Cara Norte del Monte Perdido.
Tanto para mi como para mi compañero es la primera vez que la hacemos, esta historia sobre esta clásica ascensión podría ser como cualquier otra pero no lo es, el porque viene a continuación; pues como diría mi compi, “la actitud marca la diferencia”.
Vamos subiendo por el empinado valle con la mera luz de nuestros frontales, poco a poco y mientras aún es de noche. Algún pequeño chaparrón nos hace pensar en desistir y dar media vuelta pero seguimos hacia arriba y con las primeras luces del amanecer alcanzamos el balcón de Pineta.
El paisaje que tantas veces había visto en fotos y con el que tantas veces había soñado por fin se abre ante nuestros ojos, en pocas palabras, es espectacular y abrumador al mismo tiempo.
En poco rato ya estamos a los pies del corredor que da inicio a la actividad en sí, la famosa Cara Norte del Monte Perdido. Que puedo añadir yo sobre lo que se ha escrito ya sobre esta gran clásica, desde Patrice de Bellefon, que ya en los 70 le dedicaba unas palabras en sus 100 mejores ascensiones.
Por un momento pienso en quienes en 1888 (¡hace más de 130 años!) escalaron por primera vez esta ruta del Monte Perdido. Cuesta imaginar a Passet, Salles y de Monts, ataviados con traje de época, chaqueta de pana y sombrero y con sus rudimentarias herramientas, subiendo por esos estrechos corredores helados y sorteando los peligrosos seracs, inexistentes hoy en día.
Aunque eso era otra época, las condiciones actuales del glaciar y las de nuestro material son muy diferentes a las suyas.
Nosotros como no la conociamos ninguno de los dos y por ser precavidos, ante lo desconocido habíamos preparado en la mochila, una cuerda de 40 metros, 4 friends medianos, arnés ligero, dos piolets y crampones. Aunque como pudimos comprobar, nos sobró todo menos un piolet y los crampones.
Sobre las 9 llegamos a la cima, contentos después de invertir poco más de 6 horas, con un poco de frío y la nube metida celebramos la cumbre y nos decidimos a bajar hacia el lago helado por la “escupidera”.
A partir de aquí es cuando empieza la que será una larga jornada de vuelta al coche.
– Bueno, ¿qué?, ¿bajamos por la normal de la norte hasta el Balcón de Pineta para llegar a comer una pizza en Bielsa, o bajamos por Goriz, la Faja de las Olas y el collado de Añisclo? Así, a ojo, creo que serán como mucho 2 horas más…
– Venga, vamos por lo desconocido. Lo que echemos de más será entrenamiento y seguro que es una caminata preciosa.
Durante la bajada al Refugio de Goriz nos encontramos con 6 personas que se dirigían a cima y con las que intercambiamos algunas palabras.
Una vez llegamos al Refugio, paramos lo justo para quitarnos las botas y tomar un café con leche y un par de magdalenas, y que sientan como un merecido premio a nuestra ascensión.
Después de esto, comenzamos el retorno por terreno desconocido para ambos, emocionados y al mismo tiempo intrigados por conocer nuevos caminos que nunca hemos recorrido.
El camino, muy poco transitado en estas fechas, es perdedor al principio lo que hace que nos desviemos de la trayectoria correcta y vayamos subiendo y bajando hasta conseguir dar con la buena. Aunque esto, sin darnos cuenta, va mermando nuestras fuerzas ya que ya llevamos unos cuantos metros en las piernas.
Nuestro “descenso” asciende hasta los 2700 metros, que es donde se encuentran las cadenas de la faja de las Olas, este paso que en verano se podría hacer sin problemas en esta primavera tardía nos lo encontramos cubierto de nieve y debido al deshielo las cascadas de agua caen por todos lados, creando una bella sinfonía de fondo. El terreno nos sorprende por su complejidad, la nieve tapa las marcas que indican el GR, además de las placas de roca lisa y resbaladiza, esto nos exige poner todos los sentidos en cada paso que damos.
Poco a poco y con algún pequeño susto que otro pero sin más llegamos al collado de Añisclo, aquí para nuestra sorpresa, nos encontramos una mochila exageradamente grande con material de vivac para dos personas. Parecía llevar bastante tiempo allí, debido a lo descolorida que estaba por el sol. Calculamos que llevaba unos meses allí, posiblemente del verano anterior. Aunque sin saber lo que les paso a sus propietarios, nos imaginamos que no debió ser una excursión de “placer”.
Después de esto nos quedaba la bajada al Valle de Pineta, que aunque no lo parezca cuenta con un importante desnivel y se hace muy largo. Paso a paso fuimos perdiendo altura hasta llegar al fondo del valle, tras casi 3 horas de descenso. La guinda del pastel fue «refrescarnos», al cruzarlo literalmente, en el rio Cinca.
Alrededor de las 19h llegamos al coche y sacamos cuentas. 6 horas en subir a la cima del Monte Perdido, café “largo” en el Refugio de Goriz, 8 horas y media en “bajar”, casi 30 kilómetros y en total 3100 metros de desnivel positivo acumulado. Vamos, lo que viene siendo un buen paseo.
En el camino, muchas horas de conversación con diferentes puntos de vista y formas diferentes de acometer las dificultades que nos íbamos encontrando, pero siempre llegando a consensuar la toma de decisiones.
Resumiendo os puedo decir que con lo que me quedo es el gran día que pase con un amigo y que aunque los dos tuviéramos experiencia, la cual nos sirvió para poder lidiar con los problemas que fueron surgiendo y poder resolverlos, teníamos que haber calculado mejor. Aunque como bien dice mi compañero la actitud marca la diferencia y nuestra actitud, tomarlo con tranquilidad e ir haciendo, con buena letra y disfrutando de un entorno como es Ordesa y como no de la compañía.
Gracias Dani por este gran día en el que pudimos compartir nuestra pasión por la montaña y en el que, como siempre que me junto con un alpinista “romántico” como tú, puedo aprender alguna cosa que me ayude a mejorar en mi día a día como alpinista.
Ah! Eso si, la próxima, yo elijo la bajada. ;)
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